A diario escuchamos en los medios
de comunicación y redes sociales discusiones acerca del cambio climático. Hay
quienes exigen que se actúe urgentemente para detener lo que puede llegar a ser
una catástrofe ecológica sin precedentes, hay gobiernos y empresas que ponen en
discusión la rentabilidad de sus negocios frente a estas exigencias y hay también
quienes dicen “no creer” en el cambio climático, como si se tratara de un ser mitológico
o un dios de barro.
Según la UNESCO los bosques del patrimonio
mundial son fundamentales para mitigar el cambio climático, puesto que absorben
ciento noventa millones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera anualmente. Sin embargo, su
capacidad para seguir siendo sumideros de carbono está afectada por amenazas
antropogénicas, es decir producidas por el ser humano, y fenómenos climáticos
extremos, que pueden transformar a estos bosques en lo opuesto: fuentes netas
de carbono.
Podemos decir, entonces, que se
genera un ciclo en el que el cambio climático es causa, pero también consecuencia,
de la destrucción de los bosques. Es causa porque da origen a inundaciones, altas
temperaturas, sequías e incendios forestales. Estos incidentes climáticos destruyen
hectáreas de bosques nativos, desertizan los suelos, eliminan la biodiversidad
y reduce la biomasa. Por lo tanto estos bosques arrasados ya no pueden absorber
las altas emisiones de dióxido de carbono y, por el contrario, se convierten en
emisores.
Ante la inacción de los Estados
para dar una respuesta a esta problemática debemos recordar que ciento noventa
y cuatro países se encuentran dentro del Convenio del Patrimonio Mundial,
firmado en 1972, y que allí se comprometieron a proteger el patrimonio natural
y cultural del mundo. Argentina es parte de esta convención, y ratificó su
pertenencia en varias oportunidades, además forma parte de acuerdos internacionales
que la comprometen a actuar en contra del cambio climático a nivel económico,
social, productivo y educativo. Otro precedente a nivel legislativo en nuestro
país es la Ley de Educación Ambiental Integral, ley N° 27621, la cual establece
el derecho a la educación ambiental integral como una política pública
nacional.
Al desempeñarnos como
profesionales de la información debemos tener en claro que no sólo ocupamos un
lugar privilegiado en la sociedad para contribuir a la difusión de información
confiable en estas temáticas, sino también que estamos trabajando bajo un marco
legislativo que nos exige hacerlo.
Podríamos pensar que el vínculo
directo de nuestra tarea con esta problemática tiene que ver con el papel, el
principal material con el que trabajamos, sin embargo es importante destacar
que dentro de las actividades humanas que contribuyen a esta problemática el
impacto de la industria papelera es insignificante. En cambio la ganadería
intensiva y el monocultivo de granos como la soja son las industrias
responsables de gran parte de la desforestación y la tala ilegal en áreas
protegidas.
Los bibliotecarios jugamos un
papel importante frente a problemáticas ambientales en general y al
cambio
climático en particular, actuando no sólo como intermediarios de información, sino
también promotores de la sostenibilidad y facilitadores de la organización
comunitaria. Son diversas las acciones
que pueden contribuir a la mitigación de los problemas ambientales y
principalmente a la construcción de una sociedad más sostenible.
Según la UNESCO la tarea de los
profesionales de la información en este marco tiene dos vías, en primer lugar
facilitar el diálogo entre quienes formulan las políticas y nuestra comunidad,
a nivel local, favoreciendo así el desarrollo de políticas en conjunto para
proteger el ambiente. Y en segundo lugar concientizar a nivel local, y si es
posible a nivel nacional, sobre la importancia de las zonas naturales protegidas
en relación al cambio climático, la mitigación de sus efectos y la conservación
de la biodiversidad.
Pensar acciones sencillas como
elaborar un manual de prácticas sustentables para nuestra biblioteca que puede
extenderse a otras instituciones, brindar el espacio con el que contamos para
una reunión entre vecinos y la secretaría de ambiente local o contar con un
boletín de diseminación de información ambiental confiable para nuestros
usuarios puede resultar significativo si se sostiene en el tiempo.
Referencias:
Carvalho Resende, T., Gibbs, D., Harris, N. y Osipova, E. (2023). Bosques del Patrimonio Mundial. Sumideros de carbono bajo presión. UNESCO, WRI, UICN. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000384269/PDF/384269spa.pdf.multi
IFLA (2019). Diez razones para la sostenibilidad ambiental en las bibliotecas públicas. https://www.ifla.org/wp-content/uploads/2019/05/assets/environmental-sustainability-and-libraries/GreenLibraryChecklist/spanish-_10_razones_para_la_sostenibilidad_ambiental_en_las_bibliotecas.pdf
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